La ciudad de Le Havre era uno de los puertos más importantes del Canal de la Mancha. Las fuerzas aliadas angloeastadounidenses debían tomarlo si querían proseguir con su avance por Francia si tener que preocuparse por un reducto de fuerzas alemanas en su flanco y retaguardia, por lo que el asalto a la ciudad se hacía inevitable.
La calma antes de la tempestad
Los aliados habían recopilado información sobre la ciudad antes del asalto. El cuartel general inglés sabía dónde se encontraban los acuartelamientos y los cuarteles generales alemanes, sin embargo desconocía los planes de despliegue de las tropas por toda la ciudad, por lo que el asalto y el bombardeo previos se realizarían a ciegas.
El 3 de septiembre de 1944, a las 21:00 horas se produjo un encuentro capital entre ingleses y alemanes en la periferia de Le Havre. No se levantó acta de la reunión. Se sabe que el general Croquer dio un ultimátum al coronel Wildermuth.
Si no se rendían en un plazo de 48 horas efectuarían un bombardeo. Los ingleses insistieron en la desigualdad de tropas y garantizaron a la guarnición alemana que si aceptaba rendirse, los soldados serían bien tratados. En caso contrario, habría un diluvio de fuego. Los alemanes rechazaron rendirse.
Entonces se planteó la cuestión de los civiles. Hoy sabemos que la pregunta se hizo en las negociaciones. ¿Quién la hizo? ¿Quién la rechazó? Tal vez los alemanes pensaron que los ingleses no se atreverían a arrasar la ciudad con los civiles en ella o éstos esperaban que Wildermuth se rendiría para no ser responsable de un drama.
Los alemanes pretendían que la población fuera evacuada pero de manera lenta, para así prolongar el asedio lo máximo posible. También pidieron que la población civil indispensable se quedara en la ciudad para servir a la guarnición alemana.
De vuelta en su cuartel en el fuerte de Tourneville, Wildermuth sabía que el ejército alemán estaba retrocediendo. Unos días antes, el comandante del XV ejército que tenía que acudir de refuerzo, le avisó de su retirada dejándolo solo. Sabía que los aliados habían llegado a Bélgica. La guerra parecía perdida.
También tenía que luchar contra el desaliento. Los aliados llevaban días lanzando sobre la ciudad miles de cartas de Eisenhower invitando a los soldados alemanes a rendirse y prometiéndoles que serían bien tratados. La propaganda no fue muy eficaz. Sólo unos pocos soldados desertaron.
Los bandos calculan sus fuerzas
La mañana del 4 de septiembre Wildermuth hizo saber a los ingleses que la guarnición no se rendiría. ¿Fue por sentido del deber? ¿Porque quería cumplir su juramento? ¿Porque temía por la seguridad de su familia que se había quedado en la Alemania nazi por si Hitler se sentía traicionado por una rendición demasiado rápida? No lo sabremos nunca.
Wildermuth hizo otra petición. Una tregua de 48 horas para poder evacuar a los civiles. El general Croquer se la negó. La determinación de Wildermuth a mantener su juramento de comandante y la voluntad de Croquer de tomar la fortaleza lo antes posible, sellaron la suerte de Le Havre.
Los rumores de un ataque aéreo se extendieron. Pero la noticia no asustó a los habitantes. En más de cuatro años de ocupación por parte de las tropas de la Alemania nazi, la ciudad había sufrido más de 130 bombardeos aéreos. Estaban acostumbrados y sabían lo que tenían que hacer en caso de ataque.
Croquer puso en marcha la Operación Astonia. Recurrió al comando de bombardeo dirigido por Arthur «bomber» Harris, mariscal de la Real Fuerza Aérea. Apodado por sus hombres el carnicero. Al mando de su comando de aviones Lancaster aplastaba la Alemania nazi con sus bombas de desde 1941. Los rumores sobre él corrían como la pólvora. Decían que le gustaba ver la ciudades destruídas.
A pesar de la crudeza de los ataques, para Gran Bretaña los bombardeos estratégicos fueron casi el único método de ataque efectivo contra las fuerzas armadas alemanas desde 1940 hasta 1944, por lo que se usó con profusión. Se podía atacar al corazón del país y cortar sus comunicaciones, algo que las fuerzas terrestres británicas no tenían a su alcance.
Harris había desarrollado sin embargo la teoría de que un bombardeo constante y saturador de las ciudades alemanas provocarían la caída de la moral de la población civil y por tanto causarían la rendición del enemigo. Todo ello se podría conseguir sólo con aviones, sin necesidad de emplear las fuerzas terrestres.
El mariscal Harris sin embargo no quería bombardear Francia. Le gustaba ese país y sabía los daños que causaban ese tipo de bombardeos, pero tenía que obedecer las órdenes. Por absurdo que parezca, Croquer desconocía las técnicas de bombardeo británicas: el bombardeo masivo. Aunque estaba fundamentalmente pensado para Alemania, este tipo de bombardeo fue habitual en Francia desde 1944. Algunos pueblos normandos fueron borrados del mapa para retrasar los refuerzos alemanes y frenar su desplazamiento.
El bombardeo estratégico británico
Croquer pedía una lluvia de fuego sobre Le Havre sin destruir la ciudad. pero, ¿cómo hacerlo con las técnicas de bombardeo británicas? ¿Cómo ser preciso al bombardear masivamente un objetivo?
La técnica era rudimentaria pero bastante efectiva. En una primera pasada, un grupo de aparatos sobrevolaba el objetivo y dejaba caer unas grandes bengalas sobre los objetivos prioritarios. Podrían ser de color rojo, verde o incluso blanco.
La siguiente herramienta para asegurar el blanco era el sistema de guía de los bombarderos. Los británicos tenían una técnica muy particular. Mediante un control por radio podían triangular la posición exacta de los bombardeos y transmitir a las escuadrillas si estaban sobre el objetivo o no.
La tercera herramienta que permitía garantizar una cierta precisión era la presencia en el cielo de un hombre claro: el maestro bombardero o maestro de ceremonias. Se trataba de un oficial con experiencia que sobrevolaba la zona varias veces durante el bombardeo para supervisar que todo se desarrollaba correctamente y que corregía el bombardeo si esto era necesario.
Wildermuth, conocedor de la inminencia de los bombardeos, mandó evacuar la comandancia y los cuarteles. Los hombres fueron desplegados a cubierto en los búnkeres a la entrada de la ciudad.
El 4 de septiembre Croquer creyó que el bombardeo no sería necesario. Había previsto la posibilidad de cancelarlo en el último minuto mediante la contraseña lemons. Pero la contraseña que se dio fue oranges, que ponía en marcha la operación Astonia.