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Le Havre 1944, la gran encrucijada (3)

Tras semanas de preparación, finalmente el día 4 de septiembre el general Croquer dio la orden de atacar. Con la palabra en clave oranges, se daba inicio al bombardeo de Le Havre, el cual debía allanar el camino a las tropas de tierra que vendrían después. La caída del puerto francés en manos aliadas era inminente.

Comienza el horror

En Gran Bretaña, 1900 tonelada de bombas subían abordo de 313 bombarderos Lancaster. Nadie recordó que Croquer había solicitado bombas pequeñas. Se trataba de una mezcla de bombas entre 250 y 500 kilos, un cargamento habitual para estos bombarderos que despegaron con un tiempo bastante bueno.

En primera línea iban aviones Pathfinder, unos aviones pequeños que lanzaban los indicadores luminosos para indicar la zona que había que destruir, el centro urbano de Le Havre. La ciudad se encontraba cubierta por las nubes, por lo que los Pathfinder erraron el tiro y lanzaron los marcadores un poco antes del objetivo. Se hizo necesario un nuevo marcado del objetivo.

Tras la segunda pasada de los Pathfinders el objetivo quedó bien marcado. En ese momento el maestro de ceremonias, el oficial encargado de dirigir el bombardeo estratégico, dio la orden de atacar. Croquer dio once objetivos a bombardear basándose en reconocimientos e informaciones a su disposición. En concreto eran la comandancia y algunos despachos administrativos, pero ninguno correspondía al cuartel general militar de Wildermuth.

Entre las 18 y las 19 horas los bombarderos británicos llegaron a Le Havre. Volaban muy bajo. No había ninguna defensa antiaérea alemana. Las primeras bombas explotaron. Los pilotos no buscaban dar en los blancos proporcionados por Croquer. El comando de bombardeo interpretó sus peticiones y las redujo a un perímetro que correspondía al centro urbano de Le Havre. Bombardearon masivamente una zona para estar seguros de destruir el objetivo.

Debido a cierta imprecisión de tiro, las bombas rara vez alcanzaban el objetivo. De ahí la necesidad de lanzar una cantidad tan grande. Entre las bombas utilizadas se encontraba una pequeña proporción de bombas incendiarias, utilizadas para prender los escombros y provocar así más daño.

Las llamas se propagaron por el centro de la ciudad en una gigantesca hoguera. Un centenar de miembros de la resistencia murieron quemados vivos en los sótanos del teatro municipal en donde estaban escondidos. A las 21 horas, el casco antiguo de Le Havre estaba totalmente destruido.

La muerte desde el cielo no cesa

Además de la destrucción provocada por las bombas, 781 civiles murieron y 289 fueron declarados como desaparecidos. No murió ningún soldado alemán. No fue alcanzada ninguna fortificación. El general Croquer pidió a los alemanes que se rindieran. La negativa provocó un nuevo ataque aéreo el día 6 de septiembre.

Wildermuth rechazó un segundo ultimátum, por lo que Croquer activó la Operación Astonia 2. Las escuadrillas de bombarderos regresaron al cielo de Le Havre para lanzar el cargamento mortífero.

Esta vez 271 aparatos lanzaron alrededor de 1500 toneladas de bombas, incluyendo una pequeña proporción de bombas incendiarias.

El mal tiempo impidió que siguieran los bombardeos. Croquer escribió a su mujer: «Querida, hace un día espantoso. Llueve a cántaros y sopla el viento. Espero que los bombardeos hagan cambiar de opinión a los alemanes y se rindan. Si no funciona habrá que actuar seriamente. El final está claro, pero mi prioridad es hacer todo lo posible para evitar pérdidas entre mis tropas.»

Los sanitarios aprovecharon la tregua para trabajar duro. Las autoridades religiosas de la ciudad suplicaron a Wildermuth que autorizase una tregua y la evacuación de los habitantes. Él se negó e hizo recaer la responsabilidad del drama sobre los ingleses. Aunque se produjeron más bombardeos, algunos de ellos sobre la periferia de Le Havre, el general Croquer tuvo que admitir el fracaso.

Llega la inevitable invasión terrestre

Wildermuth seguía sin rendirse. Croquer se vio obligado a lanzar la operación terrestre que tanto temía. Volvió a solicitar el apoyo aéreo de los bombarderos, pero esta vez el objetivo serían las fortificaciones alemanas que rodeaban la ciudad.

El 10 de septiembre llegó el gran bombardeo. Casi todos los aparatos disponibles del mando de bombardeo se dispusieron a lanzar casi 5000 toneladas de bombas sobre la ciudad. Fueron los primeros bombardeos útiles y eficaces. Inmediatamente después el mando británico lanzó las tropas de asalto.

El ataque se lanzó con una rapidez extrema. Se utilizaron artilugios para poder atravesar los campos de minas, así como armas lanzallamas. Croquer dijo: todo ha transcurrido con la precisión de un reloj. No le faltaba razón, ya que en 48 horas las operaciones terrestres terminaron.

Los británicos supieron aprovechar la confusión provocada por los bombardeos masivos del día 10 para pillar a los alemanes desprevenidos. Para el día 12 de septiembre la suerte estaba echada. Sin embargo Wildermuth, el cual se encontraba herido en el muslo por un obús, se resistía a rendirse.

Wildermuth, fiel a su juramento, no declaró la rendición de la guarnición. Herido y rodeado por las tropas británicas, se rindió a título individual. A continuación, los británicos le invitaron a declarar la rendición de la guarnición, pero se negó a hacerlo. Dijo: ahora soy prisionero de guerra, mi mando ha terminado. Ya no soy comandante de la guarnición, ya no pueden pedirme que haga nada.

La rendición de Le Havre

Como resultado, durante horas unos fanáticos soldados alemanes siguieron disparando sobre los británicos. Al cabo de unas horas, hacia las cuatro de la tarde, cesaron finalmente los combates. Los alemanes se rindieron.

La tarde del 12 de septiembre de 1944 los aliados victoriosos entraron en una ciudad en ruinas. El balance de bajas en ambos bandos era bajo.

El asalto terrestre salió bastante bien. Se calculan en torno a 500 bajas, entre muertos, heridos y desaparecidos en el bando británico y también con muy pocas bajan en el bando alemán. Los alemanes proporcionaron 11000 prisioneros a los aliados.

Pero entre los civiles el balance fue terrible. Se calculan en torno a 2000 civiles muertos por los bombardeos de los días 5 al 12 de septiembre. Había muertos por todas partes. Fueron enterrados a toda prisa para evitar plagas como el tifus.

Gran parte de la ciudad había sido arrasada por las bombas. No se podía entrar en el perímetro de las ruinas. Ya no había calles, ni bulevares. No quedaba nada. Además era peligroso, porque los puentes y las paredes que quedaban podían derrumbarse en cualquier momento.

El 12 de septiembre de 1944 los titulares del diario Le Havre Matin rezaban: Os esperábamos con alegría. Os recibimos con luto.