Las Olimpiadas de verano de 1936 en Berlín fueron uno de los mayores eventos de propaganda de la historia moderna. El régimen de la Alemania nazi aprovechó este evento para promocionarse en el mundo y lavar la imagen pública ante los países occidentales. Sin duda la genialidad del ministro de propaganda Joseph Goebbels hizo posible que este evento siga siendo recordado incluso a día de hoy como uno de los mejor organizados de la historia contemporánea.
La designación de Berlín como ciudad olímpica
El partido nazi no fue el responsable de lograr el nombramiento de Berlín como sede olímpica para los juegos de 1936. La designación se había realizado en 1931, dos años antes de la toma del poder por los nazis. En este momento, la ya moribunda República de Weimar logró que Berlín fuera designada como sede olímpica.
El nombramiento de Berlín para la celebración de las olimpiadas no había sido casual. Desde la firma del tratado de paz de Versailles de 1919, Alemania se había convertido en un Estado paria de Europa. Alemania deseaba volver a convertirse en un actor importante en los asuntos de Europa y del mundo y para ello debía primero ser reconocida como una igual por las potencias vencedoras de la primera guerra mundial.
El principal impulsor de la designación de Berlín como ciudad olímpica fue el presidente del Comité Olímpico alemán, Theodor Lewald. Lewald era un judío convertido al protestantismo. A pesar de ello, no dudó en colaborar con los nazis para la organización de los juegos en 1936.
Dentro de esa política de reconciliación, Berlín fue nombrada sede olímpica para 1936. Esta designación comenzaba a allanar el camino entre los antiguos enemigos y suponía un pequeño paso hacia la total normalización de las relaciones internacionales. Pero todo esto cambió a partir del 30 de enero de 1933. La toma del poder por parte del partido nazi fue fulminante y para marzo de ese mismo año, ya habían conseguido acabar con cualquier tipo de resistencia interna a su nuevo régimen. La revolución nazi fue rápida y eficiente.
En un primer momento, el propio Hitler consideró rechazar la celebración de las Olimpiadas en Berlín, por considerarlas un símbolo de decadencia moral al permitir la participación de personas de diferentes razas. Sin embargo, el ministro de propaganda Joseph Goebbels se dio rápidamente cuenta de la proyección internacional del evento y convenció a Hitler de que la celebración de los juegos sería altamente beneficiosa para el nuevo régimen de la Alemania nazi.
El gran proyecto de propaganda
El plan de organización de los juegos despega en abril de 1933. En este momento Hitler, ya convencido de los beneficios que reportarán los juegos a la nueva Alemania, le encarga directamente de Goebbels que lo organice todo.
Inmediatamente se destinan 6 millones de Marcos del Reich para los preparativos iniciales, lo cual equivale a 54 millones de euros en la actualidad. En diciembre se aprueba la construcción del estadio olímpico de Berlín, el cual debe ser el estadio más grande del mundo.
La localización del estadio está cargada de simbolismo. En el mismo lugar donde hoy se erige el estadio olímpico de Berlín se encontraba el antiguo estadio alemán, un recinto deportivo de finales del siglo XIX que había sido reformado para la celebración de las Olimpiadas de Berlín de 1916, juegos que nunca se celebraron por el estallido de la primera guerra mundial en 1914.
Las obras de construcción del nuevo estadio comenzaron rápidamente. La propaganda nazi utilizó las imágenes de las obras para mostrar su buen hacer y la fuerza del nuevo régimen alemán. También fue una manera de reducir drásticamente el paro en la región de Berlín. Para poder dar la mayor cantidad de puestos de trabajo posible, la construcción de las instalaciones olímpicas contaron con la menor maquinaria posible. Casi todo el trabajo se hizo a mano con la simple ayuda de la fuerza de los trabajadores alemanes.
Las instalaciones donde se celebrarían las competiciones deportivas no serían las únicas construidas en una escala grandiosa. La villa olímpica de Berlín debía estar acorde con la grandiosidad del nuevo régimen. A las afueras de la ciudad, la Alemania nazi levantó un pequeño pueblo donde los atletas de los diferentes países podrían relajarse y entrenar. Edificios de apartamentos modernos, pequeñas casas con jardín y todo tipo de instalaciones de uso común se construyeron de la nada en muy poco tiempo.
La construcción de la villa olímpica llevó dos años de intenso trabajo, desde la primavera de 1934 hasta abril de 1936. Se calcula que 2.000 obreros trabajaron en la construcción de la villa. Los obreros eran todos racialmente puros desde la perspectiva de las leyes alemanas, ya que para conseguir un puesto de trabajo era necesario presentar el certificado de pureza racial.
La construcción de la villa olímpica de Berlín fue financiada por el Ministerio de la Guerra, ya que las instalaciones se convertirían en un cuartel militar después de la celebración de los juegos. La construcción fue dirigida por el capitán Wolfgang Früstner, quien mandó decorar muchos lugares de la villa con motivos militares.
Unos juegos olímpicos arios
En septiembre de 1935 se aprobaron las leyes raciales de Nürenberg. Estas leyes determinaban de manera legal la raza de las personas. De esta manera se separaban a las llamadas razas inferiores de los arios alemanes. Aunque destinadas a separar claramente a los judíos del resto de la población, afectaban también a gitanos y eslavos.
Estas leyes provocaron la merma en los equipos deportivos alemanes. Muchos atletas eran legalmente judíos, aunque muchos desconocían ese pasado, por lo que fueron excluidos de las competiciones. No sólo los atletas sufrieron la purga. El presidente del comité olímpico alemán Theodor Lewald, artífice en gran medida de la designación de Berlín como sede olímpica, fue cesado. El director de la villa olímpica, el Capitán Wolfgang Früstner también fue cesado, ya que se descubrió que tenía antepasados judíos, aunque él mismo desconocía este dato. Früstner no pudo resistir el deshonor y dos días después de la finalización de los juegos se suicidó disparándose en la cabeza frente al lago que se encuentra en el centro de la Villa Olímpica.
Los mayores juegos de la Historia
A pesar de que se trató de organizar un boicot a los juegos de la Alemania nazi por considerarlos contrarios al espíritu olímpico de igualdad entre razas y seres humanos, los juegos olímpicos de Berlín se celebraron por todo lo alto en el verano de 1936.
Entre el 1 y el 16 de Agosto de 1936, centenares de atletas del todo el mundo disputaron las pruebas deportivas en las instalaciones de Berlín. Las pruebas se disputaron con un tiempo inmejorable y en un ambiente festivo. Toda la ciudad se había engalanado para acoger a los visitantes extranjeros.
El aparato de propaganda de la Alemania nazi aprovechó la ocasión para realizar todo tipo de reportajes. Leni Riefensthal fue la encargada de rodar la película documental que inmortalizaría tan magno evento. La película Olympia es uno de los mejores ejemplos de la propaganda nazi, una obra de gran calidad vidual y artística.
Los juegos de Berlín también presentaron una nueva innovación tecnológica. Los juegos olímpicos de Berlín fueron los primeros en ser retransmitidos en directo por la televisión. en ese momento, la televisión se encontraba en fase experimental, pero Goebbels dispuso varias cámaras por el estadio, las cuales retransmitían varios lugares públicos de la ciudad donde se habían instalado televisiones.
Los juegos olímpicos de Berlín se clausuraron con un gran éxito de los atletas alemanes. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Comité Olímpico Internacional decidió decretar los juegos de Berlín como no válidos, por lo que las medallas de estos juegos no cuentan para el cómputo total que tienen los países.